Seguimos
escuchando en la prensa económica internacional el eco del martillazo producido
por la multinacional japonesa Toshiba. Un “monstruo industrial”, enorme, con
una imagen de marca bien construida y que está tirándola por la ventana. El
martillazo: el escandalo al conocerse la manipulación sistemática de sus libros
durante los años comprendidos entre 2008 y 2014. Ni ellos mismos tienen medida
aún la completa repercusión de esta huida hacia adelante. Se ha sabido que
muchos empleados sufrieron fuertes presiones por parte de la cúpula directiva
para realizar estas prácticas. No ha sido el primero ni será el último, podemos
nombrar casos parecidos a lo largo y ancho del mundo y de la historia.
Tirso
de Molina, pseudónimo de uno de nuestros mejores y más divertidos escritores de
teatro del “Siglo de Oro” fue el maestro de lo que hoy en día llamamos
“comedias de enredo” y que tanto éxito tienen en Hollywood. Situaciones que
provienen de mentiras y malos entendidos que no se desmienten porque conviene.
Unos siguen a otros y a otros en una rueda que parece no tener fin. Lo que
vemos, es una realidad cada vez más disparatada y más alejada de la verdadera
realidad hasta que resulta insostenible y la verdad sale a la luz. Son comedias
como la famosa “Don Gil de las calzas verdes” con su final feliz de tres bodas.
Las
huidas hacia adelante se parecen a las comedias de enredo pero casi nunca
tienen un final feliz en la vida real (ni en la empresa, ni en la privada).
Están basadas en las mentiras y las medias verdades (otro eufemismo para una
mentira más potente). He visto unas cuantas a lo largo de mi vida profesional y
no recuerdo ninguna que saliera bien. No son sólo mentiras sobre falsear
libros, se falsean también datos comerciales, perspectivas y expectativas,
conversaciones, situaciones… También hay huidas hacia delante en la vida
privada al no afrontar los problemas, al querer taparlos, al mentir y
mentirnos. No falseamos libros, falseamos vidas, cualidades, actitudes,
conversaciones,… en una espiral que nos lleva a un final mucho más infeliz que
si hubiéramos afrontado el primer problema, el primer fracaso.
Fracaso
y mentiras. En psicología infantil, una de las explicaciones que se da sobre
las mentiras recurrentes es que son una forma de robar cariño y atención con
menos esfuerzo. No veo a los directivos de Toshiba robando cariño y atención en
el sentido de un niño, pero si la búsqueda de un reconocimiento no merecido o
la elusión de perder el cariño de sus accionistas (¡A la calle!). Por otro lado
ese “menos esfuerzo”, que no han dedicado a hacer las cosas bien y han
sustituido con palabras fáciles de decir y papel, que todo lo aguanta.
No
pensareis que alguien se despierta un día y dice “Voy a falsear los libros de
una gran compañía, a ver si consigo hundirla”, “Voy a atracar un banco, cogeré
rehenes, los mataré y terminarán matándome” o “Voy a tirar mi matrimonio por la
ventana haciendo todo tipo de estupideces hasta que sea insostenible” Todo
comienza normalmente con un pequeño fallo en las expectativas que se tiene
sobre nosotros y que tapamos con una pequeña mentira. “Paso ventas del mes
siguiente al que tengo que reportar y ya me pondré al día el mes que viene”; “los
resultados no son los previstos, toco un poco aquí y allí y con un poco que
empujemos el mes que viene está solucionado”; digo que he hecho esto o que soy
aquello y así no doy explicaciones, “total no creo que me pregunten más”….
Empezar un mes teniendo que remontar el anterior y encima cumplir con el
resultado del propio mes, ya se hace cuesta arriba y muchas veces no se
consigue. Si le sigue otra “patada hacia adelante” la bola de nieve se hace más
y más grande para encubrir las anteriores mentiras. El tiempo se consume en
evitar que te pillen en vez de buscar los problemas y las soluciones, no se
hace nada, por eso es una huida hacia delante.
“Una mentira es como una bola de nieve; cuanto más tiempo se la hace rodar, más grande se vuelve.” Martín Lutero
Hay
personas con una habilidad excepcional para mentir y tapar la huida hacia
delante. Olvídate de mirar a los ojos, ver nerviosismo y el resto de técnicas
que enseñan en cursos y series de televisión. Muchas veces los propios números
delatan la mentira, pero estos “Giles de las calzas” son capaces de engatusar,
desviar la atención. Yo los llamo “encantadores de serpientes” Hacen que sólo
se mire hacia donde quieren y no se actúe. De tanto mentir terminan creyendo
sus propias mentiras (los psicólogos los llaman pseudólogos), por eso es tan
difícil detectarlas. Internamente, sin demostrarlo ante los engañados, se
vuelven nerviosos e irascibles. El miedo a que les pillen, les convierte en
inestables y lo vuelcan en su personal.
Un
día cae el telón y todo se hace evidente, es más, te das cuenta que antes había
importantes señales y no las has visto. La mayor parte de las veces las
situaciones no se pueden o son difíciles de reconducir, el velo cayó demasiado
tarde. Mucha gente se ve afectada. Despidos, pérdidas o incluso el hundimiento
para los accionistas, matrimonios rotos,… y “Gil de las calzas verdes” queda
sin reputación. Una de las cosas que genera más rechazo es sentirnos engañados.
Un ejemplo estupendo de como nuestra marca personal afecta a la empresa. El
rechazo se traslada al nombre de la empresa.
“Las mentiras son como las arrugas, poco a poco van saliendo.” Alin Segovia
Hace
poco, durante una cena con un amigo, surgió el nombre de un “Gil de las calzas
verdes” que vivimos los dos a nivel empresarial. Sinceramente, y así lo
comentamos, no era un mal profesional ni persona, simplemente las mentiras se
le fueron enrollando y enrollando entre las piernas hasta que al fin cayó, y
cayó y cayó. La perspectiva del tiempo pasado, daba una buena visión del
conjunto. No sólo se desveló hace ya muchos años la red de mentiras que tejió,
su buen nombre quedó tan “tocado” que años después, en esta conversación, me
enteré que estaba sólo, sin familia y malviviendo. Este no es el único caso que
he vivido y conozco finales parecidos. Sus acciones trajeron mucho dolor a
muchas personas, ¡menudas consecuencias! El caso de Toshiba las tiene y las
tendrá para sus accionistas y empleados. Aun así no dejo de pensar que gente
normal, al principio por una cosa “sin importancia”, se fueron enrollando poco
a poco una soga alredor de su cuello en una huida hacia adelante.
Por
si estamos a punto de que se nos enrede un pie: “Más vale una vez rojo que cien
colorado”. Honestidad, al reconocer los fracasos, al analizar su procedencia y
al tomar las medidas correctoras. A veces las cosas no salen bien por falta de
esfuerzo, por haber dejado pasar algo, etc. pero también hay causas externas.
Cuanto antes se identifiquen las desviaciones o errores, antes se corrigen y no
van a más.
Por
si no queremos ser de los engañados: hay muchas puertas que se le pueden poner
al campo, controles internos y externos, análisis de la inconsistencia de datos,
hasta sistemas de denuncia anónima. Como el “Gil de las calzas” sea listo y
encima sean varios como en Toshiba, no hay puertas que valgan y pasamos al
refrán de “no se le puede poner puertas al campo”. Los controles ayudan a
reducir el riesgo (a veces “Gil” no es lo suficientemente listo) y a disuadir (“por
si me pillan” o “está difícil poder engañar”) pero no eliminan todo el riesgo.
En los
casos gordos que conozco, lo que comento a continuación no ha sido de
aplicación, pero se puede dar. Cuidado con los estilos de dirección que
penalizan en exceso los errores. Hemos comentado que todo empieza con cosas
pequeñas. Broncas o castigos excesivos por pequeñas cosas pueden llevar a que
por miedo se oculten y pasen a ser grandes. Recordemos que todos cometemos
errores y “Al que cuece y amasa de todo le pasa”. El que no toma decisiones y
no actúa, no se equivoca nunca.
La
huida hacia delante es como el remolino del inodoro (WC), es capaz de llevarse
los esfuerzos de mucha gente a la alcantarilla. Negar un fracaso por miedo a
una bofetada es el mejor camino a recibir una paliza por un fracaso mayor. Sed
valientes, a la larga es mejor.
Diego
Lias