¿Qué tal me queda, cariño? Si te
han hecho esta pregunta y eres hombre, digas lo que digas, estás muerto.
Perdonad pero tengo una visión parcial del tema, soy hombre. ¿Qué es lo que a
mi mujer le gustaría oír? Ni idea, porque nunca acierto. Si digo: ¡Me encanta!,
me contesta que lo digo por decir. Si digo que no me gusta, entonces, no sé y
no estoy a la moda. Una vez se me ocurrió decir: “Me acojo a la quinta
enmienda” y ahí sí que me caí con todo el equipo. Otras respuestas como “Cariño,
tu siempre estás bien con cualquier cosa”, depende del humor. Te pueden causar
un disgusto. El fondo del asunto es que a mi mujer le gustaría que le
confirmara lo que le ronda la cabeza para reafirmar la decisión que en realidad
ha tomado, aunque yo opine lo contrario. Me encantaría acertar, porque cuando
quieres a alguien, lo más importante es que esté contenta, no si te parece
mejor o peor este trapo o el otro. Los hombres no acertamos, pero es un claro
caso de “dime la verdad si es lo que quiero oír o si no, por favor, miénteme”.
(Sé que habrá algún caso de hombre con éxito, al cual felicito de corazón, pero
entre todos los hombres que lo he comentado, no he encontrado ningún caso).
Es un ejemplo tonto de “no querer
saber la verdad” en la vida cotidiana. Por ser tonto, pone su punto de sal a la
vida. Pero hay otros casos en los que supone una auténtica huida de la realidad
y la negación de la toma de decisiones para abordar una realidad desbordante
que nos afecta (Malos tratos, dobles vidas, una enfermedad grave…)
La mentira es un acto de
protección en general. El mentirte a ti mismo o permitir que te mientan, a
veces casi pidiendo que lo hagan, es una huida de un problema que somos
incapaces de afrontar en el momento. Puede ser válido a corto plazo. Asumir
ciertas cosas, a veces requiere su
tiempo, pero la toma de decisiones no se puede dilatar mucho. El perjudicado
eres sólo tú.
Lo que es cierto, lo tengo más
que comprobado, es que a nadie le gusta oír malas noticias. Que les pregunten a
los mensajeros portadores de malas noticias que han sido devueltos por partes
al remitente (una pequeña muestra de lo mal que las asumimos). La falta de
aceptación lleva posteriormente al autoengaño en sus diferentes facetas. También
es cierto que hay maneras de decir las cosas, lo cual influye en la actitud del receptor al asumir la noticia (1). La forma importa.
He visto situaciones parecidas en
el mundo de la empresa, algunas por absurdas e irrelevantes llegan a ser
graciosas, otras parecen absurdas e irrelevantes pero sus consecuencias son
graves y otras parecen y son graves.
Las graciosas las dejamos para el
Club de la Comedia.
Entre las absurdas, pero con
consecuencias, me gustaría comentar, las encuestas de satisfacción de clientes.
En varios sectores se hacen homogéneas para competir en un “ranking”. La banca
es un ejemplo y puntúan del 0 al 10, pero hay más, en automoción también se
hace. El objetivo teórico de una encuesta de satisfacción es saber en qué
fallamos para mejorar. El real es que tengo que estar el primero de la lista
para salir en prensa y otra cosa importante, que hay gente que no quiere que le
digan en qué tiene que mejorar. ¿Cómo consiguen salir los primeros y que no se
sepa en que fallan? Haciendo que el empleado que trata con el cliente se vea
penalizado en su bonus si no se consigue un 10. No un 7 u 8 que dirías
normalmente en un buen servicio, un 10. El 9 ó 10, nuestra mente lo guarda para
un servicio que se ha salido por alguna circunstancia de lo normal. La mayoría
de las cosas que dirías como cliente que hay que mejorar no dependen del
empleado, dependen de departamentos que no ves. La situación se vuelve tan
absurda que terminas encontrándote correos que ponen al pie que por favor no te
olvides de puntuar con 10 cuando te encuesten. También te llaman para
recordártelo. La imagen transmitida al cliente es penosa, justo lo contrario de
lo perseguido y todo por querer que nos mientan.
Yo no era muy “fan” de las
encuestas a clientes hasta que en una empresa me encontré una bien hecha. El
negocio marchaba bastante mal, la información era ingente y a veces parecía
contradictoria (lo habitual). El estudio, entre otras cosas, dijo que la
calidad percibida por el cliente era igual que la de la competencia o muy
similar. Todo empezaba a encajar, nuestros costes de producción eran mayores
que la competencia. Las teorías del coste marginal en un caso práctico. Hay un
momento en el que aumentar la calidad de un producto un poco más es tan caro
que no se ve compensada por lo que el cliente estaría dispuesto a pagar. Esto
supuso el rediseño de toda la gama. Querer ver la realidad y adaptarse es un
gran esfuerzo y asusta, puede traer grandes cambios como éste.
Los casos que parecen y son
graves: Son fundamentalmente no querer ver los directivos, o incluso el
consejo, situaciones de vida o muerte de la empresa. Las formas más comunes de
huida son las clásicas de psicología, ¿no somos personas dentro y fuera de la
empresa? Se pueden aplicar igual que a un caso de maltrato:
- Negación: No, esto no está pasando, no es tan grave, lo que me cuenta este es una exageración, es un cenizo.
- Represión: Actuar como si no pasara nada. No me hable de ello. Maquillo las cuentas si hace falta y me lo creo. Engáñame, cuéntame lo bien que vamos, que me lo voy a creer.
- Proyección: Todo lo que pasa es culpa de la crisis, del mercado, de la competencia, de los proveedores, de los clientes, del pequeño Nicolás (ya se ha colado otra vez)
- Racionalización: Caer en justificarnos, escabullir el bulto, creer que con decir “es que…” el problema está resuelto.
Hay situaciones a las que no se
quiere llegar, mejor que no hubieran pasado. Ojalá hubiera hecho esto o
aquello. Son difíciles de afrontar. El quedarte paralizado, sin asumir la
situación y meter la cabeza debajo de la almohada no lo va a evitar, lo va a
empeorar. Son momentos para reflexionar, analizar que ha pasado y tomar
decisiones. No os mintáis ni pidáis que os mientan
Diego Lias
(1) Os dejo este enlace sobre un cuento corto que leí y me gustó. Habla sobre cómo decir las cosas. http://amg-cuentos.blogspot.com.es/2007/02/forma-de-decir-las-cosas.html
Muy bueno el mini cuento!! Da un ejemplo claro de como se puede transmitir o "vender" algo, sin tener que mentir. Es la manera de comunicar, lo que marca la diferencia. ;-)
ResponderEliminarEs muy acertado tu artículo. Todos queremos que nos mientan a veces; unas para mitigar nuestro dolor; otras para ensalzar nuestro ego; y las más para olvidar las miserias humanas.
ResponderEliminarTenemos ejemplos de mentiras en todos los ámbitos de nuestra vida (políticos, publicidad, empresa, familia, y un largo etcétera) y todos en el fondo deseamos ser engañados. Pero cuando se asume esto, algo de nuestra personalidad se pierde y pasamos a ser masa acomodaticia y maleable para intereses bastardos que pretenden substituir la realidad, convirtiéndola, a su antojo, en medias verdades; o bien, convertir la mentira en verdad por repetición.