Hace unos días, la mayor parte
del departamento tomamos un café después de la comida de Navidad. El ambiente
era distendido y se habló de muchas cosas. Aunque habíamos comido, salió el
tema recurrente de la cocina y las mil formas de preparar esto o aquello. Qué
nos gustaba más o qué teníamos que comernos siempre en Navidades que no nos
gustaba. Lógico, dadas las fechas. También se habló sobre lo aburrido que podía
llegar a ser el trabajo de finanzas y administración. Alguien comentó: “¡Menos
mal que nos lo pasamos bien!”. Fue una de esas frases, dicha entre otras, que me
dejó fuera de la conversación. Resonaba como un eco. Cuando cada uno de
nosotros nos fuimos a nuestras casas, la frase me seguía rondando la cabeza.
Normalmente leemos y escribimos
sobre situaciones apasionantes, vidas que sólo les ocurren a algunos pocos. (Habría
que ver si todo el rato fueron apasionantes) Tu vecino te dice que sus hijos
son perfectos, es la bomba en el trabajo y no sé cuantas cosas más. En los
artículos y en los blogs se habla de los líderes, las personas fuertes de
carácter, trabajos deslumbrantes… Nada de esto, de forma pura, es real. No os
engañéis, todos tenemos vidas imperfectas. El trabajo puede ser en algún
momento aburrido, o estresante, o desagradable. Los hijos parece mentira que se
eduquen en la misma casa. Ninguno es igual y es complicado educar. A veces no
estás fino al hablar o no lo está tu mujer, o los dos, que es peor… Eh! El
mundo no es perfecto, pero menos mal que nos lo pasamos bien.
Cuando empecé a trabajar en
auditoria, me sorprendió ver el ambiente de trabajo en los equipos, había mucha
tensión por las fechas de entrega, pero en general eran muy corrientes las
bromas y las risas. ¿Los auditores? ¿Esos muermos serios? Los mismos. Me
encanta que se trabaje con bromas, dentro de un orden. Nunca he entendido a la gente
que no soporta que se ría en la empresa. No sólo hay que permitirlo, si no que a
veces hay que iniciarlo para romper un momento de tensión, por ejemplo. Otras
veces se desmanda y es muy importante la forma de cortarlo. Ha de ser
distendida, incluso haciendo la última broma dando a entender que, en otro
momento, se permite.

“La alegría no está en las cosas,
sino en nosotros” Richard Wagner. El trabajo no es lo que te hace feliz o
desgraciado, eres tú y tu actitud la que te hace feliz. Son los demás los que
te hacen feliz y eres tu el que hace felices a los demás. Son las bromas, los chascarrillos, las
sonrisas que intercambiamos con los demás, la actitud positiva que se comparte
y se contagia. Son las pequeñas cosas. No las grandes vidas que nos venden y
que nadie tenemos. El ambiente alegre lo hemos creado todos. Todos participamos,
cada uno de nosotros es responsable de haberlo creado y de mantenerlo. No se
hace sólo. También tenemos nuestros problemas dentro y fuera de la empresa,
como todo el mundo. Pensándolo bien, muchos menos problemas que el resto de la
humanidad. Hablamos de qué nos gustaba o no para comer, cuando hay gente que no
comerá; y si el trabajo era a veces aburrido o no, cuando hay gente que no
tiene trabajo.
No penséis que están de juerga
todo el día, son auténticos profesionales. Satisfechos y orgullosos de hacer bien
su trabajo. Un trabajo minucioso, a veces repetitivo y silencioso. Sin
medallas. No tienen vidas perfectas, pero están motivados y sonríen.
La hora de la cena es una hora de
chascarrillos y bromas, de compartir lo del día, de sonreír. Hacemos mucho el tonto.
Mi hija siempre dice que nos va a grabar y subirnos a internet para hacerse
rica. Lo que me rondaba por la cabeza
cuando me fui a casa, era que alguien, una vez más, me había recordado algo: “el
mundo no es perfecto, menos mal que nos lo pasamos bien”.
Feliz Navidad a todos
Diego Lias