jueves, 29 de enero de 2015

¿HA SIDO INÚTIL?



El último soldado Japonés en rendirse después de la Segunda Guerra Mundial fue Hirō Onoda en marzo de 1974, oficial de inteligencia, su último compañero Kinshichi Kozuka murió por disparos de la policía en 1972. No rindió las armas hasta recibir la orden de su superior (librero por aquel entonces) Tuvo que volar desde Japón a Lubang (Filipinas) para informarle de la derrota y ordenar su rendición. Menos mal que su superior estaba vivo, si no habría seguido hasta el año de su muerte en 2014. Desperdició su vida hasta 1974 pero desde ese momento y hasta su muerte la rehízo con éxito e incluso donó 10.000$ a la escuela de Lubang.

¡Veintinueve años de trabajo inútil! Y no se puede decir que fuera un vago, estuviera poco motivado o que fuera de los que tiran la toalla. No hablamos de cuando has trabajado duro y las cosas no han salido como pensabas, hablamos de cuando ya no tiene sentido el trabajo porque es inútil, la guerra terminó. Puede parecernos ridículo pero esto mismo me lo he encontrado en muchas empresas, personas que cuando analizas su trabajo hay cosas que hacen que no saben por qué las hacen y que no tienen sentido porque nadie les dijo que ya no hacía falta hacerlo. Se olvidaron de decirles que la guerra había terminado. La falta de comunicación en un mundo tan comunicado como el que parece que vivimos sigue siendo un gran problema. Sistemas y procesos que se cambian sin tener en cuenta a todas las partes implicadas. Unas veces producen el choque de trenes y en otras producen actividades que quedan en vías muertas. No comunicar a los implicados el porqué de su trabajo, es un error común que podría evitar estas situaciones. En procesos en los que no se ha planificado correctamente el cambio, es el propio implicado el que en ocasiones ha avisado del problema que se generaba por no tener en cuenta algo.

En una comida reciente con un amigo, me comentaba sobre un asunto geopolítico que conocía de primera mano. Hablaba sobre la inutilidad de las reivindicaciones de un grupo por la falta de apoyos. Me comentaba que es muy duro pensar que estas sufriendo por algo irrealizable y que ese empecinamiento les hiciera no progresar y vivir en la miseria. Sísifo, fundador y rey de Corinto, cuenta la mitología griega que fue condenado por los dioses a empujar una piedra por una ladera empinada  del inframundo. Antes de llegar a la cima, siempre rodaba de nuevo hacia abajo. Albert Camus comentaba sobre el caso de Sísifo “no hay castigo más terrible que el trabajo inútil sin esperanza”

Los seres humanos necesitamos sentirnos útiles, forma parte del corazón de la autoestima. Eso que alimenta el conseguir grandes hazañas. Es el pelo de Sansón. Si lo pierdes, pierdes la fuerza. Sansón fue traicionado por Dalila, le cortó el pelo. El encargar trabajos inútiles se emplea mucho en el acoso laboral, su objetivo: la desesperanza, dejar de hacernos sentir útiles y la pérdida de la autoestima. El fin: la sumisión absoluta o el abandono. Justo lo que busca un maltratador, las Dalilas modernas que te convierten en Sísifo y te hacen vivir las penalidades del inframundo.

Leyendo un periódico económico, me he topado con una noticia que da para escribir un libro. Han creado un androide, Smiby, cuya función es que los ancianos que viven solos tengan un objetivo vital: cuidarlo. ¡Hacerles sentir útiles con un trabajo inútil!, a un niño o a un animal hay que cuidarlo, pero crear un robot que demanda constantemente cuidados… Es el ejemplo llevado al extremo de cómo nos engañamos a nosotros mismos cuando necesitamos aferrarnos a algo para no hundirnos, sentirte útil y dar un sentido a lo que haces. En cierta manera es un poco la base del caso de Onoda o el comentado durante la comida con mi amigo. No hay Dalilas, somos nosotros mismos los que nos autoengañamos y hacemos daño. En el mundo empresarial podríamos dar el ejemplo de compañías que están muertas en vida y continúan haciendo daño a más gente, dejando deudas, tirando precios y hundiendo a otros…, o en la vida privada, las mil oportunidades que ha dado una parte de la pareja a otra sin asumir que jamás cambiará.

Onoda fue el último japonés, pero en realidad el último soldado del Ejército Imperial en rendirse fue Teruo Nakamura en diciembre de 1974. De origen Taiwanes, en 1956 había renunciado a la resistencia y vivía aislado en una cabaña en la jungla. Fue repatriado a Taiwan en enero de 1975 para encontrarse con un hijo que no conocía y una mujer que se había vuelto a casar hacía 20 años. La prensa comenta que murió amargado y confuso.

Mi amigo dice que es muy duro asumir que estás sufriendo por algo inútil y tiene razón. Lo que también es cierto es que en algún momento tu mismo abres los ojos o te los abren (un consultor, un amigo…). Es entonces cuando no hay donde esconderse.

La comunicación es fundamental, quedar aislado te saca del mundo y puede hacer que cosas que parece que tienen sentido, no lo tengan fuera de donde estás. ¿Quieres que el golpe te deje en el suelo como a Nakamura o quieres vivir la mentira de cuidar un Smiby? ¿No es mejor seguir adelante? No hay nada inútil, lo que has vivido es útil, todo te enseña algo. Aprende en positivo ¿Qué futuro podía tener un hombre que pasó media vida en una guerra que ya estaba perdida? Onoda se casó, fue empresario en Brasil y una persona de peso entre la comunidad Japonesa, creó campamentos en Japón para niños con lo aprendido en supervivencia y vivió hasta los 91 años. Hizo mucho daño a los demás y a sí mismo hasta 1972, pero es un ejemplo de que es posible, si te lo propones, volver a ser útil y cambiar tu vida.


Diego Lias

martes, 20 de enero de 2015

SACAR FUERZAS DE DONDE NO LAS HAY


¡Cuántas situaciones hay en la vida en las que hay que sacar fuerzas de donde no las hay! La crisis nos ha traído unas cuantas a nivel empresarial y personal. Al borde del desaliento, levantándote una y otra vez a pesar de los golpes. Caída de ventas, reducción de márgenes, morosidad, encima ahora te retiran la financiación, miedo, personal con más miedo. Se abren los frentes uno tras otro. Tapas una via de agua y aparece otra. Tomas aire y sigues. Asuntos entre el mundo profesional y el personal, como el despido o el acoso. No digamos ya en el ámbito personal, problemas grandes y pequeños que se van amontonando. El peso se hace insoportable y parece que tira de ti, que te hunde. Haces “de tripas corazón”, para que en el trabajo, en casa, no noten tu estado de ánimo e incluso les animas tú a ellos…  sigues tirando. Una vez más, has sacado fuerzas de donde no las hay.

Cuando alguien no consigue sacar fuerzas de donde no las hay, puede caer en una depresión, tirar la toalla, no asumir el error o el golpe, aislarse o que lo aíslen, no querer ni oír hablar de todo lo bueno que le rodea. En un estudio liderado por el Dr. Thompson en la Universidad de Maryland en el que sometió a un grupo de ratones a situaciones deprimentes que generaban indefensión, los ratoncitos entraban en depresión renunciando a esforzarse porque todo era inútil. Les aplicaron fármacos antidepresivos, con serotonina, fundamentalmente y descubrieron que en los ratones que no mejoraban su estado depresivo, sus circuitos neuronales no habían asimilado la serotonina. Thompson asemejaba el incremento de serotonina a hablar alto en una discoteca, si no te llega, da igual que grites. Gente como el Profesor Martí Ramírez de la Universidad Complutense de Madrid huye de la simplificación, hablan de “modelos de neuromodulación”, vamos, que tenemos tantas cosas en la cabeza que influyen y varían de un individuo a otro que pensar que por la química alcanzamos la felicidad es un poco simplista. Cuando te disgustas puede desaparecer el apetito, de igual manera, a tus neuronas puede no apetecerles la hormona de la felicidad.

La química se nos queda corta, necesitamos algo más. La motivación, lo que toda la vida se ha llamado “voluntad”: “Un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta” (Anita Woolfolk) Hay tantas motivaciones como personas y circunstancias. Tantos libros, teorías, aplicaciones. Aplicaciones dentro y fuera de la oficina. Desde el punto de vista filosófico, psicológico, pedagógico… La recompensa o el castigo. Maslow, Herzberg, Locke, McGregor, Vroom, Porter y Lawler, Galbraith, Alderfer (Entre los pensadores modernos) Platón, Aristóteles… (Entre los clásicos) En mi opinión el problema es el “mantiene”. Recientes estudios están llegando a la conclusión de que la voluntad tiene un límite, que la energía tiende a gastarse. ¿Qué hacemos? ¿La guardamos? Almacenar energía también gasta energía y termina disipándose. Las pilas, de no usarse, se gastan. ¡Pilas recargables! ¿Pero con qué?

La Felicidad, estado emocional que proporciona paz interior, estimula el enfoque positivo, y la motivación, da satisfacción y alegría, nos predispone a compartirla con los demás, se trasmite, es contagiosa... La felicidad no es tener eso, ni ser eso, ni estar allí.  Es un estado emocional que proviene del interior, eres tú quien decide ser feliz o no ante un estímulo. Depende de tu actitud.

La actitud es ser optimista. Tali Sharot en una entrevista concedida recientemente a E. Punset viene a decir que somos optimistas más por intuición que por la razón, que tenemos un “sesgo optimista” sobreestimando las experiencias futuras positivas, creemos ser mejores que los demás y además tendemos a pensar que los motivos son fundados. Parece que en general nos “venimos arriba” cuando somos optimistas, eso sí, distorsionando un poquito la realidad. Irreal a veces, ¿pero no nos  hace eso superarnos a nosotros mismos? Un optimista no es el que se cree mejor que los demás y dice “El ascenso es mío, soy mucho mejor que …”  Luego, cuando se lo dan a otro, se hunde en la miseria y en la envidia. El optimista acepta el golpe (no hay vuelta a atrás) y lo ve como una nueva posibilidad, dejando atrás ese golpe. “He hecho todo lo posible, quizás no era mi puesto y el que es para mí está fuera esperándome”, redefine su estrategia para el próximo objetivo. Es más posible que mejore en su carrera el optimista que el que no lo fue.

La vida es un sinfín de cosas buenas y malas, nos solemos fijar en las malas. Si vemos un grupo de jóvenes en una estación de tren rompiendo cosas y armando un buen jaleo, nos fijamos en ellos. Incluso escucharemos algún comentario de “cómo está la juventud”, y no es cierto, probablemente hay muchos más jóvenes en la estación y su comportamiento es responsable.

“Sacar fuerzas de donde no las hay” es una “mier…” de frase. Solo dice que has superado un obstáculo agotando las reservas de la pila. ¿Qué pasará con el siguiente? ¿Será el siguiente golpe el que te mate, el que te convierta en ratón? No estoy hablando de una carrera corta en la que un poco de dolor se puede soportar un rato, cuando llegas a la meta termina. Me refiero a La Vida, que es una carrera de fondo, donde si la ves de forma negativa no terminará nunca el dolor porque siempre habrá algún problema.

Hagamos el proceso al revés de cómo lo hemos visto. Estás preparado genéticamente para ser optimista, sólo tienes que empezar a serlo, empieza esforzándote todos los días por ver algo positivo de lo que te ha pasado o de tu entorno, pronto empezarás a ver más cosas de las que pensabas. Estás enfocando tu vista, si siempre has estado en la oscuridad y sales a la luz, te costará acostumbrarte, si insistes, al rato verás mejor y mejor. Poco a poco serás más feliz y entrarás en la espiral ascendente, es contagiosa en ti mismo y en otras personas, te acercará a los demás y los demás compartirán también tu felicidad. Combínalo con motivación o voluntad y dejará de ser una risa tonta pasajera como la del metro porque tendrá un objetivo. Hemos visto que motivaciones hay tantas como personas y circunstancias. Busca las tuyas para cada circunstancia. Definid las que queráis, pero definid bien vuestras prioridades finales, son a las que os vais a aferrar cuando las necesitéis. No las olvidéis aunque tengáis otras secundarias.

Lo demás viene sólo. Generas serotonina, los sistemas neuronales están predispuestos a aceptarlas y entras en una espiral ascendente. Ves con más facilidad lo bueno que te rodea, las decisiones las tomas sin miedo o angustia, lo cual te permite ser más creativo y tener más opciones,…


Dicen que lo positivo atrae a lo positivo y lo negativo a lo negativo, ¡cuentos de viejas! La realidad es que cuanto más positivo seas tienes más posibilidades de solucionar los problemas simplemente porque tu predisposición y felicidad abren las opciones y aumentan la voluntad. O te ayuda a pasar página, porque el problema no tiene solución y tienes que seguir buscando la felicidad. No se trata de que no duelan los golpes. ¡Claro que duelen! Se trata de cómo se encajan. Todo por empezar a ver las pequeñas cosas buenas que te rodean, sin coste alguno, salvo hacerlo a diario.


Diego Lias

jueves, 8 de enero de 2015

NO PRODUCTIVO, LA SOMBRA SILENCIOSA


Una vez fui soldado. Durante una de las misiones que me asignaron, casi al final de ella, el “Cabo Primero” irrumpió en la habitación y lo echó todo a perder. “¡Mi Primero! ¡Mi Primero! ¡Que acabo de terminar de limpiar, me ha pisado todo el suelo, ha puesto los pies en la mesa y ya está llenando de ceniza el cenicero! Mi nerviosismo estaba justificado, sabía que en breve me inspeccionaría el Sargento y que como no estuviera todo impoluto, se me caería el pelo. El Primero, giró la cabeza y torció el gesto. ¡Jod…, Lias! Con que me meto al Ejército para no tener que escuchar las put… charlas de mi madre y me vienes tú a tocar los coj… (el lenguaje, como en las películas, es verídico). Tuve otras misiones como ésta. De unas salí airoso y de otras no. En algunas tuve que recoger colillas de los urinarios con la mano y en otras no.

Los economistas teóricos, para determinar de qué dependía el crecimiento económico, allá por el s.XVIII, introdujeron la palabra “productividad” (Escuela fisiocrática francesa) Se referían a la agricultura. Más tarde llegaron los economistas clásicos, padres de la economía moderna, Adam Smith “La riqueza de las naciones” (1776) introduce el liberalismo económico y le siguen Thomas Malthus, Stuart Mill… los factores productivos se amplían al comercio y a las manufacturas y asigna al estado las tareas improductivas. Dentro del concepto, está la incorporación de valor a algo vendible, todo lo que no incorpora valor es improductivo. Para Karl Marx, “El Capital” (1867), el obrero es el factor productivo. Le siguieron los neoclásicos, con Alfred Marshall a la cabeza “Principios de economía” (1890) agrega a los factores productivos “La Organización Industrial” y cómo el valor de un bien se fija en función de los costes de producción y la utilidad marginal del bien (si es útil y deseado por muchos o por pocos y si hay mucho o poco). Keynes fue el siguiente, “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” (1936) vive la Gran Depresión (y el inmenso problema del paro) y da un giro al pensamiento, la riqueza se encuentra en la demanda, la estimulación del consumo y la inversión, generan la riqueza. Surgen los impuestos progresivos para favorecer la demanda, la política fiscal y el déficit estatal para impulsar la economía. R. Solow incorpora el incremento tecnológico y la crisis de los ‘70 dejó obsoleta la teoría de Keynes dando paso a la Milton Friedman de la Escuela de Chicago y su influencia sobre T. Sargent y R. Lucas. Así pasamos de la demanda (consumo) a corto plazo a las expectativas a largo. Todo lo que tenemos ahora son mixes y remixes de lo anterior. Así, hemos pasado de que la riqueza sea tener un campo que produzca a tener preferentes o derivados. Vendemos y compramos futuro. Pero siempre la producción y la demanda como línea conductora. (He sido un poco simple condensando, ustedes perdonen)

En un mundo en el que la economía y la vida giran en torno a la productividad y el consumo, todo lo que queda fuera, no tiene valor. En esta línea, un no productivo, parece que no suma. Es un concepto aceptado y generalizado por todos nosotros. ¡No!, yo no. ¡Sí!, tu sí, y yo también. Damos muchas cosas por hechas, que funcionan solas y no es así. En las empresas hay personas y departamentos denominados no productivos (Informática, Logística, Finanzas, Personal, Servicio Postventa, Mantenimiento y Limpieza, Seguridad…) son áreas de la empresa que no destacan, pero que si hacen mal su trabajo, todos nos vemos afectados. Como nos quedemos sin ordenadores, no somos nadie, por ejemplo.


La sociedad también tiene no productivos. El mismo Adam Smith dejaba las tareas “improductivas” al estado y parece que continuamos con ese concepto, daría la impresión que el funcionario es un “chupóptero” que vive a costa de los demás. Sanidad, seguridad, educación, infraestructuras… son cosas que damos por hechas, normales, a las que tenemos derecho y no nos damos cuenta de que en la mayoría del mundo no es así. Son actividades que definitivamente soportan la productividad de un país. Son trabajos deslucidos pero imprescindibles.

El que sean trabajos “no productivos”, no quiere decir que no deban ser eficientes y proporcionales a la producción. El equilibrio, como todo en la vida, es fundamental y lo difícil es siempre alcanzar ese equilibrio; sobre todo en actividades que por no ser directamente productivas y por tener efectos a largo plazo, su rentabilidad (económica o social) es difícilmente medible. Aunque hay gente que lo busca, como Samuelson (1915-2009), que aplicó los principios de termodinámica para intentar cuantificar y explicar el equilibrio. Me parece que en “cómo alcanzar el equilibrio” estamos más por la labor de pegarnos aplicando más la política que las fórmulas de termodinámica.

Nos quejamos de que nuestros hijos creen que la leche aparece espontáneamente en la nevera, nos quejamos de cosas similares de nuestros maridos y mujeres. Pensamos que las personas mayores ya no son productivas, pero nos olvidamos de lo que han hecho y siguen haciendo por nosotros. Vemos a los niños como no productivos y pueden hasta parecernos a veces una carga, pero son el futuro y hay que esforzarse con ellos para que el día de mañana valoren y mejoren lo que les hemos dejado. Creemos que la amistad es un regalo que no hace falta cultivarse y nos extrañamos cuando nadie nos llama, pensando que los demás se portan mal con nosotros. Creemos que tenemos derecho al amor; a recibirlo, pero no a darlo. Creemos que tenemos derecho a todo y obligación de nada.

He comentado que en un mundo en el que la economía y la vida giran en torno a la productividad y el consumo, todo lo que queda fuera, no tiene valor. Hemos dejado de valorar muchas cosas. El problema es que se nos olvida valorar el trabajo de mucha gente, como el Cabo Primero con el trabajo gris de un soldado o con el trabajo de su propia madre. Se nos olvida valorar lo que se nos da y lo que se nos regala en otros factores no productivos como el amor o la amistad. No nos damos cuenta que valorar es esforzarnos por cuidar y corresponder.


Un día puedes encontrarte que todo eso que dabas por hecho o a lo que creías que tenías derecho, lo has perdido. Te darás cuenta de cuánto se hacía o cuánto se te daba. Valorad la sombra silenciosa, cuidadla y corresponded, no la perdáis como Peter Pan.


Diego Lias