No paro de escuchar últimamente
frases como “esto o aquello es una vergüenza”, “no sé cómo no les da
vergüenza”, “es un sinvergüenza” y la verdad es que la vergüenza tiene muchas
más implicaciones en nuestras vidas de las que podamos pensar a simple vista, y
no me refiero a estas frases, que también nos afectan, sino a la vergüenza en
nuestro día a día.
.jpg)
Como ya hemos visto que gente “sesuda”
se ha preocupado por la vergüenza, parece que no perderemos el tiempo si nos preguntamos
¿Qué es la vergüenza? ¿Cómo afecta a nuestra vida dentro y fuera de la empresa?
Es un arma increíblemente potente
de socialización, tanto en sentido positivo como en negativo. Genera un
sentimiento desagradable, a veces insoportable, física y psicológicamente, nos
hace darnos cuenta de que somos seres finitos y con imperfecciones ante los
demás. De una forma positiva nos muestra el camino para superarnos y que seamos
mejor aceptados por el grupo. De una forma negativa esa misma toma de conciencia
puede alejarnos y escondernos de los demás. De nuevo estamos ante un enfoque de
actitud ante la vida, ver oportunidades o ver fracasos.
El ambiente en general marca la
pauta, la sociedad, los valores, la familia, la cultura, el cómo interiorizamos
todo y lo hacemos nuestro, nos dicta los modelos a seguir y la desviación tanto
en lo que somos como en nuestra conducta, genera la vergüenza. Ruborizarnos,
desviar la mirada, la sonrisita tonta, son algunos síntomas leves físicos. La
vergüenza habla más de tus carencias como persona que sobre lo concreto de algo
mal hecho, que sería la culpa, aunque a veces se entremezclan, por eso se
distinguen mal. Está aparejado más a sentimientos de inferioridad y de rechazo
por no estar a la altura, es sentirse vulnerable, querer desparecer de la
mirada de los demás que parecen mirar dentro de ti. Es un sentimiento tan
desagradable y fuerte que solo piensas en librarte de él.
Cuando intentamos evitar este
sentimiento horrible con un enfoque autodestructivo, caemos en formas tan
conocidas y familiares como:
- La huida: no es sólo la típica escena en la que avergüenzan a alguien y sale corriendo, es el salir corriendo en otra dirección por miedo a que alguien nos avergüence y nos deje mal, por ejemplo es la principal causa de evitar la confrontación, no confías en tus cualidades para defender tu postura y temes quedar en ridículo. Es una excusa para no hablar en público. Es la culpable del miedo al fracaso…
- Quedarnos bloqueados: Estás en una negociación, sacan un asunto que no esperabas y te avergüenzas, sufres el bloqueo, nada viene a tu mente y quedas como un idiota, luego te viene a la cabeza todo y piensas las frases fantásticas que te habrían dejado fenomenal y te sientes aún más idiota.
- La caída de la autoestima: Piensas que no eres capaz, que los demás son mejores. Te refugias en el conformismo. Te haces invisible.
- La ira: Muchas personas que no tienen una buena imagen de sí mismos (se avergüenzan de sus cualidades o forma se ser) vuelcan su frustración en los demás. Es un estereotipo muy definido en la oficina. La mejor defensa el ataque, aunque la mayoría de las veces el ataque inicial ha sido sólo imaginario. Obtenido de su falta de confianza en sus cualidades, de su vergüenza.
- La crítica y hacer a los demás tan pequeños como yo me veo. Si no puedo ser tan bueno como los demás porque me avergüenza lo que soy, haré que los demás parezcan peores que yo. Echar la culpa a los demás. Madre de la discriminación y el mirar por encima del hombro. Padre de humillar, que es proyectar tus carencias en otra persona haciéndola sentir vergüenza ante los demás. Distraes la atención hacia otro.
- Disfrazar mi verdadero yo: Como no quiero que descubran mi verdadero yo porque no me veo lo suficientemente bueno, lo disfrazo, finjo ser el que no soy. Es el figurar, el presumir, el vivir en la mentira. Surge la arrogancia.
.jpg)
La falta de vergüenza es también
nociva. Es donde nos encontramos situaciones parecidas a las frases del
principio. La personificación del egoísmo. No tener en cuenta los límites en
donde molesto o daño a los demás, donde les pongo en situaciones que les
resultan desagradables. La vergüenza te advierte del ataque a los demás, de
actuar en contra de los intereses del grupo.
Cuando intentamos evitar este
sentimiento horrible con un enfoque equilibrado, en realidad no lo evitamos, lo
que conseguimos es que dure poco. No caemos en espirales autodestructivas como
las descritas anteriormente. Analizamos el sentimiento, lo reconducimos y
sacamos provecho. Es nuestro “Pepito Grillo” que nos habla cuando nos
relacionamos mal con los demás. Es una fuente de motivación para el cambio a
mejor. Soy persona, tengo fallos y debo mejorar, esta frase es la más difícil
del mundo. Hasta que no la dices conscientemente, no comienzas el cambio y te
escudas en las técnicas anteriores, como un borracho que por vergüenza niega
que lo sea e imposibilita su cambio. Sé consciente también que los patrones
sociales son modelos, no podemos ser iguales. No todos los patrones son buenos
o hechos para todas las personas. La otra consciencia que debes tomar es que es
imposible gustar a todo el mundo. La actitud debe de ser como cuando te caes,
te duele más la vergüenza que tu cuerpo, te levantas riéndote con los demás por
el fallo tonto y sigues. Le pondrás remedio para no volverte a caer porque te
has hecho daño, pero lo solucionas con humor y sigues. Porque te hagan daño no
te cierres al mundo, por caerte no dejas de andar.
La vergüenza y la falta de
vergüenza nos aleja de los demás, nos hace estar solos. Sin los demás no somos
felices, somos seres sociales. Mantén el
equilibrio, escucha a “Pepito”, mejora, aporta al grupo, a los demás. No sólo conseguirás
que todo funcione mejor, serás más feliz.
Diego Lias