miércoles, 13 de mayo de 2015

Me tropecé conmigo en la soledad.




La situación era crítica. Tan crítica que habíamos despedido al Director General. Ciertos puestos directivos se habían cambiado al menos una vez en busca de una solución, un cambio de rumbo que evitara el choque definitivo contra los escollos. Las empresas no se pueden parar porque se rompen, así que se decidió realizar una reunión de viernes a sábado en una casa apartada en la que había una amplia sala de reuniones con un proyector. No había cobertura para los móviles. Antes se mandaron tareas a los asistentes Directores y algunos Jefes de Área para que hicieran un análisis previo de su departamento. Debían ayudar a los demás a comprender su funcionamiento, sus problemas y su visión. A esta le siguieron otras reuniones. De cada reunión surgían las tareas para la próxima. No recuerdo ninguna reunión en la que se perdiera el tiempo o se divagara salvo para aportar ideas (unas más imaginativas que otras) Estas reuniones llevaron al análisis de la situación actual de la empresa, la detección de los principales problemas, el planteamiento de las soluciones, su puesta en marcha y su seguimiento. Hasta se cambió completamente la gama de productos.

En el mundo se suicidan más de un millón de personas al año. En España más de tres mil, aunque noventa mil lo han intentado. No se ha encontrado aún una respuesta que satisfaga a todos sobre el motivo. Numerosos estudios muestran datos coincidentes: Enfermedades mentales, enfermedades crónicas, tasas más altas entre adolescentes que en niños,… el aislamiento y la soledad. Todos tememos a la soledad, al rechazo social y afectivo, a estar aislados. Somos seres sociales y necesitamos sentir el calor humano de nuestros semejantes, sentirnos aceptados y amados, por eso tenemos pánico a la soledad. Hemos inventado todo tipo de artilugios para estar en contacto con los demás. Hoy en día puedes ir al baño y seguir en contacto con quien quieras. ¡Lo hemos conseguido! ¡Ya no estaremos solos! Pero seguimos sintiéndonos solos. Y es que la soledad es un sentimiento subjetivo. Puedes estar rodeado de personas en un estadio y sentirte sólo, estar sólo en una playa contemplando el mar y no sentir soledad. Uno de los planteamientos centrales de la obra “Cien años de Soledad “ de Gabriel García Márquez es que los personajes terminan solos, bien por su incapacidad de amar, bien por sus prejuicios.


La soledad no es buena en general porque nos aleja de los demás. Los demás son los que enriquecen nuestras vidas. Pero no debemos vivir sin tener ciertos momentos para la soledad. Cuando estuve en el ejército, pasaba muchos momentos de soledad. Permanecí durante horas día tras día, sin poder moverme, mirando al infinito en formación o en un puesto de guardia. Pregunté a algunos compañeros sobre que pensaban o hacían en esos momentos y me comentaron que contaban los ladrillos de un muro que había enfrente. A mí me dio tiempo a pensar en muchas cosas, a plantearme de todo, a conocerme. En una conferencia a la que asistí, una psicóloga pasó por encima de algo que no era el tema central. Habló sobre la importancia de estar sólo de vez en cuando, de cómo ayudaba a afianzar y entender acontecimientos pasados, a pensar sobre uno mismo. Se me quedó “incrustado” en la cabeza. Me he dado cuenta desde entonces de la cantidad de gente que vive una vida llena de actividades, que concatena una con otra, que cuando está sentado donde sea no puede perderse en sus pensamientos y necesita algo que le evite pensar, ahora es el teléfono pero antes era una revista o contar ladrillos.


En todas las culturas, religiones y pensamientos filosóficos, la soledad constructiva se ha visto como el camino a la maduración personal. Si hay alguien que te va acompañar toda tu vida, ese eres tú mismo. Vivir con alguien que no es tu mejor amigo toda tu vida es una tortura. A un amigo hay que conocerle, quererle, aceptarle con sus bondades y sus defectos, sentirse orgulloso de él, tener la confianza de te diga las cosas que has hecho que no están bien y analizar lo que ha pasado sin que surja el rechazo,… Tenemos que aprender a ser nuestros mejores amigos. Sólo cuando te conoces a ti mismo, eres capaz de conocer a los demás.


Aprender a hablar con uno mismo no es sencillo y paradójicamente podemos necesitar a los demás para aprender y hacerlo bien. Algunos aprendieron de pequeños o tienen una capacidad innata, otros necesitamos aprender. Para tener éxito, innatos o no, hay que practicar, practicar y practicar como decía Paco de Lucía. Además es complicado empezar. Lo que todo el mundo encuentra  al mirar en su interior, son cosas que no querían encontrarse. En el fondo sabían que estaban allí. Hasta aquí llegamos todos, luego hay que enfrentarse al abandono porque no me gusta, al peligro de caer en una baja autoestima,… afrontar esto muchas veces no se consigue sólo. Vas aprendiendo a conocerte, a perdonarte, a buscar la superación… Cuanto más te conoces en los momentos de soledad, menos solo te sientes y más te abres a los demás.

Volviendo a nuestro comienzo, una empresa es “un ser humano”, porque la componen seres humanos que interactúan y se enriquece con otros seres humanos (Clientes, proveedores, bancos, accionistas,… personas físicas y jurídicas). Pero también necesita estar de vez en cuando a solas para pensar y conocerse, para reflexionar sobre sus actos y sus consecuencias, para afrontar y superar sus miedos, para planteárselo todo… Hay muchas reuniones formales encaminadas a esto, como la elaboración de presupuestos o de planes plurianuales,  la fijación de objetivos, etc. Otras son informales o puntuales de análisis de problemas, de análisis de desviaciones sobre nuestros objetivos y medidas correctoras para poder alcanzarlos,… Muchas empresas no lo hacen. Los motivos son los mismos motivos que tiene una persona para no mirar en su interior, ¿falta de tiempo o quizás el miedo de ver lo que pueden encontrar? Otras lo intentan pero son improductivas, no han aprendido a hablar con sí mismos, “los prejuicios y la falta de amor”, como en “Cien años de soledad” lo impiden y así nos aíslan en las reuniones, abriendo abismos entre las personas. No se perdonan y no asumen los errores de una manera franca para poder superarlos.


Cruzarse con alguien en el espejo todos los días y no saludarle ni hablar con él, aparte de ser de mala educación, es un error que se paga caro. Si no te haces su amigo te hará la vida  imposible. Salúdale y conócelo bien, te apoyará y presentará a mucha gente. Nunca estarás sólo.




Diego Lias

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