jueves, 17 de septiembre de 2015

Huida hacia adelante, la negación del fracaso.


Seguimos escuchando en la prensa económica internacional el eco del martillazo producido por la multinacional japonesa Toshiba. Un “monstruo industrial”, enorme, con una imagen de marca bien construida y que está tirándola por la ventana. El martillazo: el escandalo al conocerse la manipulación sistemática de sus libros durante los años comprendidos entre 2008 y 2014. Ni ellos mismos tienen medida aún la completa repercusión de esta huida hacia adelante. Se ha sabido que muchos empleados sufrieron fuertes presiones por parte de la cúpula directiva para realizar estas prácticas. No ha sido el primero ni será el último, podemos nombrar casos parecidos a lo largo y ancho del mundo y de la historia.

Tirso de Molina, pseudónimo de uno de nuestros mejores y más divertidos escritores de teatro del “Siglo de Oro” fue el maestro de lo que hoy en día llamamos “comedias de enredo” y que tanto éxito tienen en Hollywood. Situaciones que provienen de mentiras y malos entendidos que no se desmienten porque conviene. Unos siguen a otros y a otros en una rueda que parece no tener fin. Lo que vemos, es una realidad cada vez más disparatada y más alejada de la verdadera realidad hasta que resulta insostenible y la verdad sale a la luz. Son comedias como la famosa “Don Gil de las calzas verdes” con su final feliz de tres bodas.


Las huidas hacia adelante se parecen a las comedias de enredo pero casi nunca tienen un final feliz en la vida real (ni en la empresa, ni en la privada). Están basadas en las mentiras y las medias verdades (otro eufemismo para una mentira más potente). He visto unas cuantas a lo largo de mi vida profesional y no recuerdo ninguna que saliera bien. No son sólo mentiras sobre falsear libros, se falsean también datos comerciales, perspectivas y expectativas, conversaciones, situaciones… También hay huidas hacia delante en la vida privada al no afrontar los problemas, al querer taparlos, al mentir y mentirnos. No falseamos libros, falseamos vidas, cualidades, actitudes, conversaciones,… en una espiral que nos lleva a un final mucho más infeliz que si hubiéramos afrontado el primer problema, el primer fracaso.

Fracaso y mentiras. En psicología infantil, una de las explicaciones que se da sobre las mentiras recurrentes es que son una forma de robar cariño y atención con menos esfuerzo. No veo a los directivos de Toshiba robando cariño y atención en el sentido de un niño, pero si la búsqueda de un reconocimiento no merecido o la elusión de perder el cariño de sus accionistas (¡A la calle!). Por otro lado ese “menos esfuerzo”, que no han dedicado a hacer las cosas bien y han sustituido con palabras fáciles de decir y papel, que todo lo aguanta.

No pensareis que alguien se despierta un día y dice “Voy a falsear los libros de una gran compañía, a ver si consigo hundirla”, “Voy a atracar un banco, cogeré rehenes, los mataré y terminarán matándome” o “Voy a tirar mi matrimonio por la ventana haciendo todo tipo de estupideces hasta que sea insostenible” Todo comienza normalmente con un pequeño fallo en las expectativas que se tiene sobre nosotros y que tapamos con una pequeña mentira. “Paso ventas del mes siguiente al que tengo que reportar y ya me pondré al día el mes que viene”; “los resultados no son los previstos, toco un poco aquí y allí y con un poco que empujemos el mes que viene está solucionado”; digo que he hecho esto o que soy aquello y así no doy explicaciones, “total no creo que me pregunten más”…. Empezar un mes teniendo que remontar el anterior y encima cumplir con el resultado del propio mes, ya se hace cuesta arriba y muchas veces no se consigue. Si le sigue otra “patada hacia adelante” la bola de nieve se hace más y más grande para encubrir las anteriores mentiras. El tiempo se consume en evitar que te pillen en vez de buscar los problemas y las soluciones, no se hace nada, por eso es una huida hacia delante.
“Una mentira es como una bola de nieve; cuanto más tiempo se la hace rodar, más grande se vuelve.” Martín Lutero
Hay personas con una habilidad excepcional para mentir y tapar la huida hacia delante. Olvídate de mirar a los ojos, ver nerviosismo y el resto de técnicas que enseñan en cursos y series de televisión. Muchas veces los propios números delatan la mentira, pero estos “Giles de las calzas” son capaces de engatusar, desviar la atención. Yo los llamo “encantadores de serpientes” Hacen que sólo se mire hacia donde quieren y no se actúe. De tanto mentir terminan creyendo sus propias mentiras (los psicólogos los llaman pseudólogos), por eso es tan difícil detectarlas. Internamente, sin demostrarlo ante los engañados, se vuelven nerviosos e irascibles. El miedo a que les pillen, les convierte en inestables y lo vuelcan en su personal.

Un día cae el telón y todo se hace evidente, es más, te das cuenta que antes había importantes señales y no las has visto. La mayor parte de las veces las situaciones no se pueden o son difíciles de reconducir, el velo cayó demasiado tarde. Mucha gente se ve afectada. Despidos, pérdidas o incluso el hundimiento para los accionistas, matrimonios rotos,… y “Gil de las calzas verdes” queda sin reputación. Una de las cosas que genera más rechazo es sentirnos engañados. Un ejemplo estupendo de como nuestra marca personal afecta a la empresa. El rechazo se traslada al nombre de la empresa.
“Las mentiras son como las arrugas, poco a poco van saliendo.” Alin Segovia
Hace poco, durante una cena con un amigo, surgió el nombre de un “Gil de las calzas verdes” que vivimos los dos a nivel empresarial. Sinceramente, y así lo comentamos, no era un mal profesional ni persona, simplemente las mentiras se le fueron enrollando y enrollando entre las piernas hasta que al fin cayó, y cayó y cayó. La perspectiva del tiempo pasado, daba una buena visión del conjunto. No sólo se desveló hace ya muchos años la red de mentiras que tejió, su buen nombre quedó tan “tocado” que años después, en esta conversación, me enteré que estaba sólo, sin familia y malviviendo. Este no es el único caso que he vivido y conozco finales parecidos. Sus acciones trajeron mucho dolor a muchas personas, ¡menudas consecuencias! El caso de Toshiba las tiene y las tendrá para sus accionistas y empleados. Aun así no dejo de pensar que gente normal, al principio por una cosa “sin importancia”, se fueron enrollando poco a poco una soga alredor de su cuello en una huida hacia adelante.


Por si estamos a punto de que se nos enrede un pie: “Más vale una vez rojo que cien colorado”. Honestidad, al reconocer los fracasos, al analizar su procedencia y al tomar las medidas correctoras. A veces las cosas no salen bien por falta de esfuerzo, por haber dejado pasar algo, etc. pero también hay causas externas. Cuanto antes se identifiquen las desviaciones o errores, antes se corrigen y no van a más.

Por si no queremos ser de los engañados: hay muchas puertas que se le pueden poner al campo, controles internos y externos, análisis de la inconsistencia de datos, hasta sistemas de denuncia anónima. Como el “Gil de las calzas” sea listo y encima sean varios como en Toshiba, no hay puertas que valgan y pasamos al refrán de “no se le puede poner puertas al campo”. Los controles ayudan a reducir el riesgo (a veces “Gil” no es lo suficientemente listo) y a disuadir (“por si me pillan” o “está difícil poder engañar”) pero no eliminan todo el riesgo.

En los casos gordos que conozco, lo que comento a continuación no ha sido de aplicación, pero se puede dar. Cuidado con los estilos de dirección que penalizan en exceso los errores. Hemos comentado que todo empieza con cosas pequeñas. Broncas o castigos excesivos por pequeñas cosas pueden llevar a que por miedo se oculten y pasen a ser grandes. Recordemos que todos cometemos errores y “Al que cuece y amasa de todo le pasa”. El que no toma decisiones y no actúa, no se equivoca nunca.

La huida hacia delante es como el remolino del inodoro (WC), es capaz de llevarse los esfuerzos de mucha gente a la alcantarilla. Negar un fracaso por miedo a una bofetada es el mejor camino a recibir una paliza por un fracaso mayor. Sed valientes, a la larga es mejor.

Diego Lias


3 comentarios:

  1. He leído tu artículo con atención y me da la impresión de que tiene aplicación a muchas circunstancias que estamos viviendo en el mundo y en nuestro país. El más importante, a mi parecer, es el fracaso de la Humanidad para conseguir homogeneizar el bienestar general. Todos echamos la culpa a otros de lo que sucede hasta que nos pilla el toro por no haber puesto los medios necesarios para solucionar los problemas (guerras, emigración, pobreza, etc.) todos decimos que es culpa de los políticos, que también, pero a nivel personal miramos siempre hacia otro lado hasta que el problema nos afecta.
    Enhorabuena!

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  2. Muchas gracias por tu comentario. Intento que mis artículos sean abiertos para que cada uno de vosotros penséis en situaciones parecidas que estéis viviendo o hayáis vivido, espero que os ayuden a reflexionar. Por lo que llevo visto desde que escribo el blog, a cada uno le sugieren cosas distintas por haberle recordado una parte del artículo a esto o aquello. A veces me sorprenden comentarios sobre aspectos que ni había pensado y me enriquecen a mí también. Por eso os agradezco mucho siempre el que compartáis vuestros comentarios.

    Tu comentario en esencia lo resumiría como “nuestra responsabilidad sobre el sufrimiento en el mundo”. Si el mundo estuviera vacío no existiría sufrimiento. Es potestad del Hombre el producir sufrimiento o dar felicidad, nuestras acciones son las que producen efecto en los demás. Si sufrimos al ver una película, cuánto más no debemos sufrir con lo que vemos en la más cruda realidad que ocurre a gente como cualquiera de nosotros. El eliminar el sufrimiento en el mundo, en mi opinión, es una Utopía (lee mi artículo sobre Utopía), pero no por ello no podemos declinar nuestra responsabilidad en hacer un mundo mejor. Las pequeñas actuaciones que hacemos en nuestro día a día hacen un mundo mejor, hasta una simple sonrisa.

    Acciones como la de esta persona de Getafe que ha conseguido cambiar la vida de una familia de una manera tan drástica al darle una oportunidad, o como la de Angel Sanz-Briz (Artículo de “Pecados de omisión”) siempre te hacen pensar si por falta de imaginación, vaguería u otras circunstancias, no estamos dejando pasar acciones que sí están en nuestra mano.

    Sí, creo que somos responsables.

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    1. Gran escrito....... estoy de acuerdo en todo. Mi madre decía que la verdad duele 30 minutos la mentira duele toda la vida. Judas Iscariote tenemos en todas las empresas y lo malo es que al disponer de toda la información la usan como quieren y cuando la quieren, espero que algún día a todos estos estafadores de la verdad les llegue su final.

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