Arthur Andersen 1913-2002. Los presuntos errores de actuación de un único equipo de auditoría en todo el mundo, causaron el hundimiento de una de las 5 grandes auditoras a nivel mundial. Miles de trabajadores se vieron afectados. Gracias a la rápida actuación y a la calidad de sus socios y trabajadores en los distintos países, los puestos de trabajo no desaparecieron. El 31 de mayo de 2005, la Corte Suprema de los Estados Unidos absolvió a Arthur Andersen por la vaguedad de las pruebas e incluso dijo que el jurado había sido aleccionado por la fiscalía. Ya fue tarde, el daño estaba hecho, Arthur Andersen, como era, había dejado de existir. La competencia a nivel mundial se había reducido un 20% de golpe. Existe el rumor de que los gobiernos, nunca más dejarán que se hunda una de las cuatro grandes que quedan (demasiado grandes para caer).
Desde mi punto de vista, es un caso
espectacular para estudiar muchas cosas. Sólo los implicados saben la auténtica
realidad; pero un supuesto error causó el colapso mundial de una empresa con
magníficos profesionales. Primera lección: No subestimar los errores. El gran
error lo cometió Enron. En ese error estaban implicados muchos niveles de
supervisión y poderosos, ¿no podría haber sido que hiciera falta un chivo
expiatorio? Segunda lección: Un error puede ser magnificado hasta el extremo
por terceros debido a intereses partidistas. Goebbels (Jefe de la propaganda
Nazi) decía “Cargad sobre el adversario los propios errores o defectos,
respondiendo al ataque con el ataque. Si no puedes negar las propias noticias,
inventa otras que las distraigan” Nos suena mucho a la política de cualquier
signo, los programas de televisión… Hay más, pero no quiero seguir con esto.
Sólo quería haceros pensar lo importante que puede llegar a ser un error
pequeño dentro de una magnitud grande y en lo irreversible que puede llegar a
ser. Es que, incluso un error insignificante te puede llevar a la muerte. La primera lección global, no es la particular de este caso que he dicho
antes, en realidad es:


“Planificad, poned todo los
medios y controles, necesarios para evitar los errores, no deis nada por
supuesto. Aún así se cometerán, pero que sean los menos posibles, el riesgo
será menor”.
Lo cual no significa que no
tomemos decisiones. Como decía Confucio: “Los cautos rara vez se equivocan” y
es que desde mi punto de vista, no hay decisión peor que la no tomada. En esta
crisis he visto, en muchos sectores, personal directivo que no ha tomado decisiones
por miedo a equivocarse y que se le pusiera en la calle. La responsabilidad de
un directivo es la toma de decisiones, no se puede escurrir la responsabilidad,
menos aún de tomar una decisión. Muchas veces actuamos bajo presión y tomamos
una decisión demasiado rápida. Otras en cambio esperamos tanto a tener
suficiente información, que cuando la vamos a tomar, es tarde. Aquel que tiene
el olfato para tomar una decisión en el momento apropiado, tiene muchas menos
probabilidades de errar. Cada situación tiene su momento, no hay recetas, todos
lo hemos vivido y todos lo sabemos. El tiempo y el lugar son claves.
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La educación es clave para
reducir los errores. Thomas Jefferson decía: “No se debe ser demasiado severos
con los errores del pueblo, sino tratar de eliminarlos por la educación” Esto
llevado al día a día, significa que cuando alguien comete un error debemos
enseñarle todo sobre el error. Las causas, las consecuencias, cómo se produce,
cómo evitarlo… En la oficina, con
nuestros hijos, con nuestros amigos, etc. Tened mucho tacto, ya hemos visto que
a nadie le gusta que le corrijan un error. La segunda parte es: si alguien no
sabe, no puedes exigir que haga las cosas correctamente, para exigir antes hay
que enseñar.
Por último una frase de Shaw
(escritor irlandés) “Los hombres se equivocan con más frecuencia por demasiado
listos que por demasiado buenos” La soberbia lleva al error y la buena
voluntad, con más frecuencia al acierto. Esforzaos al máximo en hacer las cosas
bien, si falláis, analizad y aprended para intentarlo otra vez hasta acertar.
No os desaniméis, estáis aprendiendo si hacéis vuestros mejores
esfuerzos. Pedid perdón por vuestros errores. Sed indulgentes con los errores
de los demás, si se han cometido después de un esfuerzo y han aprendido.
Enseñad a los que no saben. Poned todos los medios posibles para evitar los
errores, algunos pueden ser irreversibles. Pero sobre todo, piensa que tus
errores y cómo los superaste, han moldeado más tu carácter que tus aciertos.
Diego Lias