martes, 28 de octubre de 2014

ENVIDIA


¡Si es que nooo aprendeeemos! Tan tranquilos que estábamos en el Paraíso y se nos tuvo que ocurrir ser como Dios. Primer intento de mover a alguien de su silla utilizando medios ilícitos y no por méritos propios. Como suele ocurrir, el problema es que no teníamos méritos propios como para poder llegar a la altura y recurrimos a los ilícitos. La cosa no fue bien y perdimos el Paraíso. Siguiente generación, que debería haber aprendido después de lo que les pasó a sus padres: Caín y Abel. Que si Dios quiere más a Abel…, que mira que ofrendas tan chulas hace…, que si… Vente, vente conmigo, Abel que te voy a contar una cosita. Rival fuera, y éste en serio, porque se lo carga. El Rey David también se cargó al marido de Betsabé para tenerla sin problemas ¿es que no tenía bastante con lo que ya tenía siendo Rey? Envidia, diosa romana, hace enamorarse a Narciso de sí mismo al verse reflejado en el lago. Como es inalcanzable su amor, muere ahogado en las aguas. ¿Quién le dijo a Envidia que le jugara la mala pasada a Narciso? Otro envidioso (esta es historia de envidia al cuadrado). Para envidia a la enésima os recomiendo Otelo. Con estos comienzos la verdad es que no nos ha ido mejor después. Menuda la que se armó en Francia con la Revolución. Hay teorías, como la de Tocqueville, que sostiene que antes se venía de una situación mucho peor, debería haber estallado antes. La burguesía floreciente podía llegar a tener más dinero que los nobles, pero no los títulos. Estos se conseguían sólo por cuna. Exaltaron al pueblo para bajar a los nobles del asiento y quedarse ellos después. Y sí, se quedaron después con el poder, cambio de unos por otros, no sin un auténtico baño de sangre en el que no sólo rodaron cabezas de nobles. Poder durante algún tiempo, para perderlo después, y así patada tras patada para ir sentándose unos, otros y aquellos en el ansiado asiento. Pintura, música, literatura, nada se escapa al tema. Esta lacra nos ha acompañado hasta nuestros días. Su nombre es ENVIDIA.

Ahora que nos interesamos por ver si nuestros defectos son culpa de cómo tenemos el cerebro (algunos les adelanto que lo tenemos echado a perder desde hace tiempo) parece ser que hay varias teorías que nos dicen que es innato y asunto de supervivencia: Mathias Pessiglione sostiene que comparamos para aprender a sobrevivir y evaluar si lo del otro es mejor que lo mío. Alfred Adler nos viene a decir, entre otras cosas, que es lo que nos hace progresar. Antoni Cabrales sostiene que los recursos son escasos, el que tiene más que el otro prevalece y por tanto codiciamos lo del otro si tiene más. ¡Menos mal! Defecto de fábrica. A mí que no me miren que es que me han hecho así. Pues no. La mala noticia es que no podemos echar sólo la culpa al cerebro, porque tenemos voluntad como sostienen los mismos autores. La buena es que no sólo somos capaces de aprender a controlar la envidia sino que además podemos enseñar a admirar y ser ejemplo.


La envidia es terrible… y además, horrible. Es un pecado capital porque es el origen de otros males. Se alimenta de odio y produce más odio, ira y frustración. Busca el mal del otro, su fracaso, en vez de la superación. Que no os engañen, ni si quiera Adler, no hay envidia buena ni sana. El antagónico de la envidia es la admiración. La admiración es una expresión de amor y ejemplo. Nos hace intentar ser como, parecernos a, porque es un modelo. Nos esforzaremos y potenciaremos nuestras cualidades para intentar acercarnos a ser así. La admiración por sus referentes, hace que un niño progrese, crezca, imite, aprenda, ame. Si al que admira, le muestra un patrón de envidia, aprenderá, pero dejará de admirarle y es posible que le clave un puñal en la espalda.

La empresa es un ser social. Se comporta bajo las premisas de un grupo social que no deja de ser las voluntades de un conjunto de personas dirigidas y con un fin. Prácticamente como una persona. Bueno, a veces las personas no tienen ni dirección, ni fin, pero las empresas tampoco. Esta es otra cuestión. Los “zombies” lo dejamos para otra ocasión. La empresa como ser social también pude admirar o envidiar. El objeto de estos deseos es “La Competencia”. Las estrategias de querer ser como el primero, cueste lo que cueste, a cualquier precio, intentando robar ideas o con otras malas prácticas, pueden llevarte al desastre. Si por una remota posibilidad las malas artes te llevaran a ser el primero ¿A quién robarás después? ¿Cómo te mantendrás? Vendrá otro con ideas y te quitará por méritos propios. Analizando a la competencia puede darse el caso de que nos demos cuenta de no tener las cualidades suficientes para superarlos (más puntos de venta, más presupuesto, más contactos). El empecinarnos en ser como ellos, seguir sus estrategias, puede llevarnos a la ruina. Sobre todo si nos embarcamos en proyectos sin medir nuestras fuerzas, cegados por la envidia. Copiar las buenas prácticas de los demás no es malo, es admirar lo que hacen e intentar hacerlo tan bien o mejor que ellos. Debes ser creativo y dar tu toque personal para que funcionen en tu casa. Si admiras y respetas a tu competencia, la analizas y buscas las cualidades propias que te diferencian de ella, es posible que potenciándolas, atraigas en un futuro a más clientes o que encuentres tu nicho. Al igual que las personas, un enfoque positivo supone la superación y uno negativo la pérdida del alma y la destrucción.

Todos hemos oído expresiones sobre ambientes en empresas como “es la jungla”, “los cuchillos vuelan”. Muchas de estas situaciones son provocadas por la envidia. En concreto sobre el reconocimiento. Como Caín, el éxito de otra persona se vuelve insoportable. Comienza el ataque y el intento de destrucción. Fundamentalmente es un atentado contra el honor de la persona en cualquier ámbito, incluyendo mentiras y chismorreos. Todo se lleva a escondidas, el envidioso no quiere ser descubierto porque todos sabemos, que en el fondo, es el reconocimiento de una falta de capacidades. El principal culpable es el envidioso y es el que tiene que cambiar su actitud. El jefe debe estar atento al primer signo y reconducir la situación, el paso del tiempo las hace intratables.

Incentivar al personal también debe hacerse con justicia, basándose en hechos objetivos, en la medida de lo posible, para no provocar estos ambientes. El favoritismo injustificado desincentiva al resto del personal, facilita que surja la envidia. Todos conocemos casos de inútiles que medran utilizando politiqueo y cosas similares. El hacer que todos seamos iguales para eliminar la envidia, considero que es un gran error. El igualitarismo es un freno para las empresas, desincentiva también al personal. El esfuerzo personal debe reconocerse. Tenemos dos mecánicos, misma categoría y mismo trabajo, ambos fichan 8 horas. “A” consigue ser más “productivo” que “B”. Factura más horas y además no ha tenido que repetir ningún trabajo, ha sido “eficiente”. ¿Qué pasa si les pago lo mismo? “A” dirá: “¿Para qué me esfuerzo? y terminará haciendo lo mismo que “B”. “B”, a pesar de la evidencia, puede que sea un envidioso e intente jorobar a “A”. También es posible que no todo el mundo pueda ser “A”, porque es un “Crack”. No puedes exigir a “B” que sea como “A”, pero tienes que hacerle entender que “A” desarrolla más y mejor trabajo. Si no lo ve y sigue perjudicando el ambiente, tienes una manzana podrida, sácala del cesto. Los sistemas de incentivos pueden llegar a ser muy complicados.

La envidia es imposible erradicarla del todo, pero es nuestra obligación minimizarla hasta el punto que no afecte a nuestro ambiente. Conseguir un buen clima laboral depende de los incentivos pero también del trato y la educación. Hay muchas formas de incentivar y no todas están en los planes de incentivos. Cada uno de nosotros somos responsables. La envidia nos hace infelices, insaciables, incapaces de apreciar lo que tenemos y disfrutar de ello, crea ansiedad, nos quita el sueño, trastorna el apetito, genera alteraciones neuróticas y funcionales… ¿De verdad queremos vernos hundidos en esta miseria día tras día?  ¿No merece más la pena admirar y esforzarnos? Tú eres el principal perjudicado.


Diego Lias

1 comentario:

  1. Diego de nuevo aciertas al catalogar las situaciones, tanto dentro de la empresa, como en la vida cotidiana.
    Ciertamente la envidia está presente en las situaciones conflictivas entre las personas, cuyas miras son egoístas y no permiten que otros sean mejores, aunque en su fuero interno reconocen que son inferiores, y por ello tienden a destruir y aniquilar, de la forma que sea, al objeto de su inquina.
    Lamentablemente, es un mal, que como dices es congénito. Sin embargo, también dices que podemos dominarlo, si tenemos voluntad y nuestros valores morales y éticos nos impulsan en la lucha. Es difícil, porque se lucha contra los que no tienen esos valores y para ellos todo vale. Si educamos en los verdaderos valores, iremos ganando terreno y haremos una sociedad mejor para los que vengan detrás.

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