miércoles, 16 de julio de 2014

GRITOS, Y NO PROVIENEN DEL JURÁSICO



Cáceres, Centro de Instrucción de Reclutas (CIR), un bonito pero frio día de febrero en el campo de tiro. Quince reclutas en la línea disparando sobre los blancos. Se oye una orden a voz en grito “¡A la carrera a los blancos!” Traducción al idioma civil: “Que vayáis a donde están las dianas a ver como lo habéis hecho, pero ¡ya mismo ya!”. Ni “Blas” se mueve (perdón Blas). Lo que significa que todos incumplimos la orden. ¿En el Ejército? ¿Cómo es posible? El Alférez dio la orden cuando aún había gente disparando y no se estaba en posición de seguridad. Como es natural, nadie se pone delante de un fusil de asalto cuando está disparando en el campo de tiro y como es natural, el Capitán arrestó al Alférez. Si hubiera habido un despistado…

Ese día vi, de forma palpable y un poco peculiar, que no por dar una orden a gritos te van a obedecer, ni hace que lo que mandas sea correcto o estés en posesión de la verdad. Ni siquiera en el ejército.

Dirigir a personas, o educar a tus hijos a gritos, está demostrado que produce efectos contrarios a los que busca el que manda o educa. Existen muchos estudios, pero se ve a simple vista. He visto personas bloquearse, casi incapaces de pensar. He visto personas que en cuanto se dan la vuelta, se les nota que les ha entrado por un oído y les ha salido por otro. He visto personas que les genera el efecto de “hasta que no me gritan, no tengo que obedecer”. He visto personas sin ganas de ir a trabajar (yo creo que es una de las principales causas de absentismo o la caída de la productividad). He visto personas que se han metido en líos porque no han podido soportarlo más y han hecho algo que no debían. He visto… Además, provoca que no se comuniquen los errores por miedo y puedan ir a más (el ocultarlo hasta que estalla). Una persona que dirige así, genera muchísima infelicidad y frustración a su alrededor, atenta contra la dignidad del los demás y como decía mi abuela: ”muy estrecha cuenta van a tener que dar a Dios”. Pero además son una lacra para la empresa porque las consecuencias son extremadamente nocivas para su correcto funcionamiento.

Hay dos tipos de personas que gritan, y tienen procesos de “cura” diferenciados. En ambos casos sus superiores deben detectarlos por sí mismos o por terceros, y enviar al “medico” a estos pacientes. ¡Ojo! que en empresas bien dirigidas y con un estilo distinto al de gritar, he encontrado permisividad e incluso alabanza de este tipo de personas en el sentido de “es un perro de presa”. La Dirección debería replantearse estas afirmaciones vistas sus consecuencias.

  • Los que gritan muy conscientemente: Consideran que es la mejor forma de que se les haga caso. Suelen ser personas inteligentes y capaces, muy eficientes en sus trabajos. La cura es incluirlos en programas específicos de formación. Como son listos, intentaran asumir nuevos roles de conducta para conseguir mejores resultados (si les convencen). Los que tengan un poco de corazón, al ver el mal que generan, cambiarán. Si está en disposición de cambiar, el efecto es inmediato y tendrás un buen profesional que ha aprendido a dirigir. Si no, ya te puedes buscar otro igual de capaz pero con otras actitudes, porque a la larga, perderás el mayor capital de la empresa, el humano.
  • Los incontrolados: Normalmente gritan cuando están bajo presión, a veces a la mínima. Suelen demostrar inseguridad e incapacidad, critican y además mezclan el plano personal. Este tipo de personas son irrecuperables a corto plazo, necesitan una educación formal de sus carencias profesionales y un apoyo de ayuda psicológica fuerte para superar cuestiones afectivas y de confianza. La empresa y el personal a su cargo, en mi opinión, no se pueden permitir la inversión en tiempo necesaria.


Pero en general, la mejor forma de solucionarlo es socialmente. Haciendo que este tipo de actitudes las rechace la sociedad. Aislar estos comportamientos hasta que vean que no pueden actuar de esta forma. He de deciros que en esto, no vamos bien. Estamos haciendo lo contrario a lo que se debería hacer. Es más, el ambiente actual fomenta gritar. La crispación, la forma de confrontación que se ve en muchos programas de televisión, a gritos, se traslada a la calle, lo mete en nuestro subconsciente. Nos encontramos a nosotros mismo cayendo también en nuestro día a día con un dependiente, en la educación de nuestros hijos, en las discusiones de la calle... ¿Cómo vamos a pedir que otros mejoren, cuando nosotros también gritamos? No os sintáis culpables, todos hemos caído alguna vez, pero debemos esforzarnos por mejorar y ser ejemplo. No os olvidéis de pedir perdón si caéis. Recordad que cuando alguien grita, pierde autoridad y el actuar con calma, genera respeto.

El dirigir, al igual que educar o solucionar conflictos, es difícil y cansado. El no gritar no significa que no seáis firmes cuando se deba ser. Estáis al mando y sois los responsables ante los que os piden cuentas. Hay decisiones que al igual que con vuestros hijos, en el momento no gustan, pero sabemos que son para bien.

Antes de que se produzcan los problemas, evitadlos explicando las cosas de forma clara, mostrando el beneficio de hacerlo de esa manera, motivad y reforzad los aciertos y las cosas bien hechas. Así se presentarán menos casos de “perder los papeles”.

Si se presentan, porque todos nos equivocamos y vuestros colaboradores no serán menos, ante todo mantened la calma. Analizad lo que ha pasado con la persona que se ha equivocado para ver las causas, poned el remedio y evitad así que vuelva a suceder. Si es por falta de conocimientos, enseñad (os aseguro que no lo repetirá), si es por falta de atención, mostrad las consecuencias (se concentrará más la próxima vez), si es repetitivo o por una mala actitud, parad y analizad aún más, porque este caso puede ser reconducible o no. Si no es reconducible, a veces hay que tomar decisiones difíciles. Pero en ningún caso es necesario gritar.

En foros de gestión y dirección dicen que los mandos que gritan son “jurásicos”, tendentes a la extinción, que casi no se dan. He visto muchas empresas y hablo con mucha gente. Piso la calle cada día y he de decir que “caminamos entre dinosaurios”. Intentemos entre todos extinguir estas actitudes, con nuestra mejor forma de ser y hacer.

Diego Lias

4 comentarios:

  1. Siempre me han decepcionado las personas que gritan. Creo que es una gran falta de educación. La única forma de grito que admito es la de ¡ AUXILIO !.
    En la vida cotidiana existen personas que no saben hablar si no es a gritos (lo entiendo en personas que no oyen bien) queriendo hacer valer sus criterios sobre los de los demás y no dejándoles hablar, creyendo así tener la razón. Lo único que tienen es soberbia.
    El grito es una manifestación de la falta de razones, cuya máxima representación es ¡ PORQUE LO DIGO YO, Y BASTA...!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por leerme y por expresar tu opinión. Creo que no en todos los casos es una manifestación de falta de razones. Puede ser también lo que dices al principio, una falta de educación. Y no solo en el sentido de mala educación, que lo es. Son personas educadas en la creencia de que las cosas las hace la gente porque les gritas, si no, no las hacen. Es el primer caso que he comentado. Pueden tener unos muy buenos argumentos y válidos pero no los explican para que la gente haga las cosas convencida. Creen que no tienen que explicar nada y que con la orden a gritos es suficiente. Gran equivocación, no solo por lo que explico en el artículo. Si explicas y hay una pequeña variación en las circunstancias, la gente sabe como reaccionar, de otra manera, se pueden mal interpretar y hacer las cosas justo al revés sin querer.

      Eliminar
  2. En muchas reuniones a las que he asistido, se han producido momentos muy tensos y he observado que las mujeres no gritamos, sólo subimos el tono; en cambio los hombres utilizan la descalificación (¡que sabrás tu!-es que tu no lees,etc.) y los "tacos", que es su forma de gritar.
    Tu preconizas que no es necesario gritar. Yo no estoy de acuerdo. Hay muchas personas que quizá por vicio en su formación, no funcionan si no se les grita. Probablemente en su familia el ambiente es de gritos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu aportación y por introducir el debate. Hay gente que grita, otras no, descalifica, otras no, pero lo he vivido en personas de los dos sexos. Tuve que parar una discusión a gritos entre dos mujeres y no por eso opino que sea una cuestión de sexo. Tu misma dices que las mujeres subís el tono de voz, creo que es un eufemismo. En mi opinión, es un comportamiento que difiere de una persona a otra, no de un sexo a otro.
      En cuanto a que hay personas que solo funcionan a gritos. Creo que a nadie le gusta que le griten. Si pasa a una dirección sin gritos, a lo mejor, al principio puede entender que como no se le ha gritado, algo no es urgente o no tiene que hacerlo. El que ha dado la orden, al ser nuevo, le sentará para corregir los malos entendidos que pueden surgir cuando se está encajado. Si es una persona normal, estará encantado cuando lo entienda. Seguro que hace las cosas con mejor predisposición. Si entramos en faltas de motivación, estar quemado, etc, son problemas distintos, pero creo que tampoco se solucionarán a gritos.

      Eliminar